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Sacado del blog amigo "Un mundo invisible bajo nuestros pies" de Juan José Ibáñez.


Introducción
Se considera a Sergei N. Winogradsky, como el padre de la microbiología de suelos. Tal “presupuesto fundacional obedece a que en 1888, ubicado en Zúrich, arrancó una línea de investigación, de los hasta entonces desconocida, acerca de os procesos de la nitrificación, identificando los géneros Nitrosomonas y Nitrosococcus. Ambos taxa oxidan amonio a nitrito, mientras que Nitrobacter, oxida nitrito a nitrato, (wikipedia 31-01-2009). Los nitratos son la forma más común de absorción del nitrógeno por las raíces de la mayor parte de las plantas. El nitrógeno es un elemento químico fundamental para la elaboración de los aminoácidos, que a su vez pueden ensamblarse en proteínas. Ambos básicos para una alimentación saludable.

Por Régulo León Arteta

Nitrosomonas Fuente: jk169.k12.sd.us

Las nitrosomonas parecen personajes malos de película barata de ciencia ficción, pero es mucho lo que les debemos. Así, aunque las bacterias han formado parte de la vida microbiana edáfica, desde hace muchos millones de años (desde que posemos hablar de una edafosfera propiamente dicha), como también virus, hongos, algas y protozoarios, se les ha prestado más atención como personajes malditos del drama cotidiano de la vida. Solamente unas pocas bacterias, como muchos otros seres vivos bajo ciertas condiciones, son agentes causales de enfermedades de plantas y animales. Con todo, estos vecinos que habitan en abundancia bajo nuestros pies, pueden considerarse de forma similar como nuestros esclavos. ¿Acaso no, trabajan de por vida elaborando alimentos para las plantas, e indirectamente para los animales y entre ellos los humanos? Sin embargo, lo hacen sin recibir el más mínimo apoyo y menos aún reconocimiento. Tampoco estos hechos merecen protestas multitudinarias o de “grandes personalidades”, por lo que no aparecerán en el National Geographic o en otras revistas de divulgación ambiental.
No ocurre lo mismo con las especies del género Rhizobium, es decir los simbiontes que ponen a disposición de las plantas leguminosas el nitrógeno atmosférico que luego consumimos en forma de esas proteínas indispensables para nuestra existencia, tanto vegetal como animal. Estos últimos fueron los primeros microorganismos que se comercializaron en la agricultura. Y aunque la microbiología como la fertilidad de los suelos, son quizás los campos de la ciencia del suelo más antiguamente conocidos en el medio agrícola, lo han sido en forma distorsionada.



Por otra parte, aunque ya aprovechamos comercialmente al menos 20,200 de sus metabolitos, la mayoría constituyen antibacterianos, fungicidas, antitumorales, antivirales, antiparasitarios, inmunomoduladores y una multitud de productos farmacológicos. Probablemente los antibióticos que recientemente le recetaron en el consultorio médico tienen sus raíces en organismos de origen edáfico. No dude que hasta su galeno desconozca este hecho. Pero en el resto de estos vecinos distantes también se incluyen sideróforos, algicidas y hasta herbicidas, como lo veremos posteriormente.
Lombrices Eisenia foetida
Fuente: www.inta.gov.ar/barrow/lombricultores/lomb.jpg
Aún a nivel mundial, es muy poco lo que conocemos de la microbiota del suelo, a pesar de los intentos de divulgación que a tal respecto realizó Mc Calla y seguidores, como Tirado y Echegaray (1969) y Martín, según Aceves (1979). Con todo, aún no conocemos y estamos muy lejos de hacerlo, la totalidad de unas de nuestras viejas y vecinas conocidas; las bacterias del suelo, y menos aún su red de relaciones tróficas, metabólicas y ecológicas. Estas últimas son indispensables para que el suelo realice sus mal denominadas funciones ecológicas.
Sí tenemos conocimiento de que la microfauna y la macrofauna están íntimamente asociadas, como los nemátodos y rotíferos que se alimentan de pequeñas partículas donde se incluyen protozoarios, bacterias y levaduras. Por tal razón se les denomina detritívoros, aunque en realidad consumen microorganismos. Así la popularizada lombriz roja de California, resulta ser archiconocida por excretar el producto conocido como lombricomposta, un abono orgánico de primera calidad. Para los zoólogos es la Eisenia foetida, que requiere para su desarrollo una dieta alimenticia basada en protozoarios y principalmente de bacterias. En otras palabras, su publicitada y comercializada labor es iniciada, para variar, por esos esclavos desconocidos llamados microorganismos. Mención aparte merecen los endocomensales y parásitos obligados, como los ciliados intestinales de los oligoquetos, flagelados de las termitas y las gregarinas de los gusanos de tierra. Son de hecho muchos de los microorganismos, incluidos en el microbioma intestinal de tales invertebrados, los que realizan la mayor parte de la tarea del reciclado de nutrientes por descomposición de la materia orgánica, ya sea de forma libre o en los micro-ecosistemas endógenos de los pequeños animales del suelo tales como las lombrices.
Steve Hiltner. Fuente:
Rizosfera.
En 1904 Hiltner acuñó el término de rizósfera para denominar el volumen del suelo influenciado por las raíces. Los estudios con carbono del suelo indican que las raíces en los matorrales, los segundo y tercer metro era 77% del observado en el primer metro; mientras que en los bosques y pastizales eran del 56% y 43%, respectivamente.
Es conveniente resaltar que los estudios de suelos alcanzan generalmente una profundidad máxima de 2m. En otras palabras la rizósfera y el secuestro de carbono fueron mucho tiempo subestimados. Tal problema ha sido tratado en profundidad en varios post previos incluidos en nuestra “categoría biomasa y necromasa de los suelos”, por lo que no abundaremos mucho en el tema. El carbono orgánico del suelo (SOC, por su siglas en Suahili) en los primeros 20 cm respecto al primer metro, variaron de 29% en los matorrales de clima frío árido, a 57% en los bosques fríos húmedos. Mientras que para un clima dado, siempre fue más profundo en los matorrales, intermedio en pastizales, y más superficial en bosques. Los biomas con mayor cantidad de raíces (SOC) entre 1 y 3 m fueron las selvas perennifolias y las sabanas tropicales, Jobbágy y Jackson (2000). Esta situación es un indicador, de que no solo hemos subestimado cotidianamente el carbono orgánico del suelo, sino también la importantísima actividad biológica de una parte importante de la rizosfera. No está por demás enfatizar que los sumos sacerdotes del calentón global, nunca han prestado importancia a la materia orgánica del suelo e indirectamente a la biota edáfica. Gravísimo error que ha dado lugar a la búsqueda de otros “sumideros perdidos” (así los denominaban), cuando gran parte del problema procedía de que no atendíamos a lo que ocurría bajo nuestros pies. Hay que mirar al suelo cuando se anda, incluso en ciencia.
Esteban Jobbágy Fuente: unsl.edu.ar/contenidos1/tapa.jpg

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