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Once años después de la ruptura de la mina de pirita de Aznalcóllar, en el norte del Parque Nacional de Doñana (Huelva), la contaminación derivada del vertido parece superada. Sin embargo, investigadores españoles han evaluado la calidad ambiental del entorno del Parque con cangrejos de río como bioindicadores. Esta metodología, pionera en el mundo, demuestra que los contaminantes procedentes de la agricultura intensiva que se desarrolla cerca del Parque son la principal amenaza en esta Reserva de la Biosfera y afectan ya a los arrozales de la Puebla del Río y del Matochal.
Fuente: SINC


Arrozales de la Puebla del Río en la Isla Mayor del Guadalquivir. Foto: Juan López Barea / SINC.

El vertido de seis millones de metros cúbicos de agua ácida y lodos tóxicos de pirita en 1998 no tuvo efectos dramáticos para el Parque Nacional de Doñana porque se quedó a las puertas. No obstante, la preocupación persiste en la zona por las actividades agrícolas y el empleo de plaguicidas en las cosechas cercanas al Espacio Natural protegido que podrían amenazar la calidad medioambiental del Parque.
“Este tipo de contaminación es más difusa, difícil de evaluar y menos relevante en los medios de comunicación que el vertido de una mina”, explica a SINC Juan López-Barea, autor principal del estudio y catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Córdoba (UCO). Y sin embargo, los contaminantes agroquímicos afectan sobre todo a las zonas situadas entre el arroyo Guadiamar y el río Guadalquivir, donde hay importantes cultivos de arroz.
El estudio, que se ha publicado en Science of the Total Environment, ha determinado que son los cursos superiores de los arroyos de Rocina y, sobre todo, del Partido los más afectados por los contaminantes agrícolas, ya que es en estas zonas donde son más intensos los cultivos de frutas. Los investigadores llegaron a estas conclusiones al combinar las respuestas de de biomarcadores convencionales en los cangrejos de río (Procambarus clarkii), usados como bioindicadores, con el análisis masivo de cambios en la expresión de las proteínas.
Los cangrejos de río, excelentes bioindicadores de la contaminación
En las primaveras y otoños de 2003 y 2004, los científicos evaluaron el nivel de contaminación de seis sitios cercanos al Parque tomando como referencia dos sitios del interior de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) que no tienen casi contaminantes. Durante las cuatro campañas y sabiendo que los cangrejos de río responden de forma eficaz a plaguicidas, contaminantes orgánicos y elementos químicos prooxidativos, los expertos capturaron y diseccionaron cerca de 600 animales.
Los cangrejos de río, que suelen vivir en las zonas estudiadas, mostraron el aumento de plaguicidas y contaminantes orgánicos prooxidantes en el Parque y su entorno, a partir de los cambios en 12 biomarcadores bioquímicos convencionales y a los cambios en la expresión de 35 proteínas.
Este enfoque proteómico, basado en la aplicación de las modernas metodologías de la Biología de Sistemas (Proteómica, Transcriptómia, Metalómica), ha permitido aclarar que hay dos sitios “altamente contaminados”: los arrozales de la Puebla del Río (en la Isla Mayor del Guadalquivir, entre el río y el Parque Nacional de Doñana) y del Matochal (en el ecosistema natural de la marisma de Doñana).
En el Matochal se cultivan grandes extensiones de arroz “en los que se usan de forma intensiva pesticidas, alguicidas y fungicidas que alteran la expresión de un número máximo de proteínas”, señalan los investigadores.
Los métodos empleados en este estudio, desarrollados en Córdoba, son pioneros en el mundo. López-Barea dirige el grupo de investigación BIO151 de Proteómica Ambiental de la UCO y aplica metodologías de última generación para evaluar los ecosistemas terrestres y acuáticos.
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Referencia bibliográfica:
Vioque-Fernández, Amalia; Alves de Almeida, Eduardo; López-Barea, Juan. “Assessment of Doñana National Park contamination in Procambarus clarkii: Integration of conventional biomarkers and proteomic approaches” Science of the Total Environment 407(5): 1784-1797, 15 de febrero de 2009.
Fuente: SINC

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